Anís del mono
La historia comienza a finales del siglo XIX y está construida de anécdotas. La primera de ellas es el origen de su nombre: Vicente Bosch, el creador, recibió como regalo de negocios un monito proveniente de América, el cual acabó bautizando a la marca.
La historia que inspiró al diseño de la botella fue más romántica: Bosch buscaba un regalo para su mujer y fue en la plaza Vendôme de París donde encontró el perfume perfecto y la inspiración para su botella de corte diamante.
La etiqueta de la botella también encierra curiosidades que hacen de ella un símbolo de identidad, como el error ortográfico de “destillación” y que todavía se mantiene. Quizás lo más significativo sea el rostro del propio mono: sus rasgos están basados ¡en el mismísimo Charles Darwin! Un guiño al debate de aquella época sobre la teoría de la evolución.